Una fría mañana
las lágrimas del cielo
rodaban desesperadas
por sobre mi ventana;
y detrás de ella
encendía mi alma una vela,
para iluminar su vacío,
su espacio y su tristeza.
Mis lágrimas en cambio
se ahogaban tras el silencio
de no tener tu destello;
de observar todo aquello
que trae consigo tu recuerdo.
Cuando tu voz no me alcanza,
cuando tu garganta enmudece
ante mi sentido
y tu distancia se apodera
de mi existencia...
Existo más
cuando regresas de tus viajes
en nubes blancas;
y desaparezco
con el ocaso del sol
sobre azules mares
al no poder siquiera
amar tu sombra.
Cuando tu esencia
me recorre cada vena
del ser infinito
y me quema el aire,
hasta casi extinguirlo
a golpe de tristeza.
Mi amor se siente solo
y mi espacio confundido;
tus alas no pueden elevarme
a través del azul,
ni mis alas
a-las estrellas bajas.
Si mi mirada
pudiese posarse
a descansar sobre tu ser
antes de continuar migrando
bajo cada atardecer,
existiría yo
más que nunca
y más que nada
sobre la vastedad
del universo.
22/07/2003
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